miércoles, 27 de octubre de 2010

El filósofo currela

Hoy día, parece que los aspirantes a filósofo tienen que pasar también por el aro de la división fordista-taylorista del trabajo. Son currelas en la fábrica de producción académica para poder confeccionarse un currículo con el que competir, con un mínimo de garantías, por una simple plaza de profesor.

Para ello, obviamente han de escribir. Y mucho.

Espero que ni se crean ni sientan una sola palabra de aquello que escriben en tales circunstancias, a no ser por mera casualidad.

miércoles, 6 de octubre de 2010

"Hay que leer y no leer"

En ocasiones se dice que Inmanuel Kant fue el primer filósofo que era, además, profesional de la filosofía, en tanto que su trabajo era ser profesor de filosofía en una institución de similares características a nuestras actuales Universidades.

Wittgenstein solía expresar su aborrecimiento con respecto al profesional de la filosofía. Nunca quiso ser profesor y cuando tuvo que ejercer, ciertamente lo hizo de un modo muy peculiar. Pero aunque se empeñara en negarlo, leía mucho.

Entre medias, Nietzsche profirió una cierta crítica al academicismo, diciendo algo así como que el académico anda siempre manejando grandes cantidades de bibliografía, lo cuál impedía el ejercicio del pensamiento. Pero ¡caray! cuánto había leído ya para entonces y siguió leyendo después.

Yo me acuerdo de Locke, trabajando en régimen semi-esclavista como secretario de aristócratas para poder dedicarse a sus investigaciones filosóficas, para las que, obviamente manejaba importantes cantidades de bibliografía.

En cualquier caso me pregunto cómo fueron capaces de escribir, y más aún de hacerlo bien. Porque cuanto más se lee, más se es consciente de las imprecisiones que comete uno al escribir. Y al tiempo, cuanto menos se lee, suponiendo que uno haya leído algo, más consciente se es de la ignorancia que se refleja al escribir.

En otra ocasión relacionaré esto propiamente con la academia.