domingo, 8 de mayo de 2011

Pablo de Tarso

El primer problema al que nos enfrentamos a la hora de interpretar el pensamiento de Pablo lo constituyen los más de 2000 años de actividad exegética que del mismo han realizado el cristianismo en general y la iglesia en particular.

miércoles, 6 de abril de 2011

Sobre la filosofía (III)

En su Discurso del Método (discours), la obra en la que nos habla acerca de la naturaleza del conocimiento, Descartes le impone a la razón la obligación de guiarse tan sólo por los principios adecuados en orden a encontrar la verdad, pues sólo de ese modo sería posible alcanzar en las ciencias un conocimiento seguro y perdurable. Dado que un conocimiento científico preciso y estable permitiría el desarrollo tecnológico de innumerables aplicaciones e invenciones, y que dicho desarrollo permitiría un creciente control y dominio de la naturaleza, estaría justificado que el empeño epistemológico se dirigiera estrictamente a la persecución de la verdad científica. Así, la práctica de guiar la mente de acuerdo con las reglas pertinentes, permitiría al científico ejercer competentemente la investigación del mundo natural, y finalmente alcanzar conocimiento científico útil, verdadero y seguro. Como Bruno había puesto de manifiesto, el académico común maneja su investigación bajo una serie de doctrinas y dogmas asumidos y respetados temerosamente. Estas certidumbres generalmente son equivocadas y es necesario un metódico recelo con respecto a las mismas para desvelar que en su mayoría se mantienen únicamente en virtud del principio de autoridad y no por su verdad o adecuación al objeto de investigación, y más bien constituyen un obstáculo para el conocimiento de la naturaleza dado que su asunción suele estar garantizada por procesos de coacción. En consecuencia, el investigador académico común no dispone de los medios necesarios para conducir su razón hacia la verdad científica. Por tanto, es necesario que la Universidad se dote de los procesos e instituciones necesarios para garantizar una adecuada educación científica a sus estudiantes, pues sólo de ese modo los futuros investigadores estarán cualificados para ejercer competentemente su labor científica. Por otro lado, dado que dicha competencia vendría avalada por la adopción del método científico, esto es, por el hecho de que el investigador conduciría su indagación conforme a las reglas que es necesario seguir para garantizar el éxito en la búsqueda de la verdad, cuestionando sistemáticamente cualquier doctrina o supuesto que no haya superado el riguroso escrutinio científico, estaría justificado que ninguna otra imposición le fuese establecida al científico en tanto tal. Por último, habría que tener en cuenta que la investigación científica no es una actividad productiva, es decir, que no produce un aumento de la riqueza material, al menos directamente. No obstante, una Universidad que ejerciera competentemente la investigación científica reportaría algún tipo de beneficio a la sociedad, pues generaría un conocimiento científico preciso y estable que de otro modo no se alcanzaría. Así pues, dado que la Universidad reportaría a la comunidad la capacidad de controlar y dominar tecnológicamente a la naturaleza, con el consiguiente crecimiento de la riqueza material, estaría justificado que ésta fuese sufragada mediante el producto del trabajo del resto de la sociedad. El coste social de la Universidad estaría justificado en tanto ésta se guiara por el método científico.

jueves, 24 de febrero de 2011

Sobre la filosofía (II)

En su República (politeia), la obra en la que nos habla acerca de los dioses de la ciudad, Platón le imponía a los filósofos la obligación de gobernar, pues serían los únicos con la formación necesaria para ejercer la política con competencia. Y dado que sería la comunidad la que habría invertido los recursos y asumido los riesgos del proceso de formación de los filósofos, estaría justificado que a cambio se les exigiera dicho compromiso profesional. La filosofía, como saber preparatorio para el ejercicio competente de la política, permitiría al filósofo conocer, no sólo qué es lo mejor para la sociedad, sino el modo de conseguirlo. Del mismo modo que un ciudadano cualquiera no está preparado para ejercer la abogacía si no supera un largo y exigente proceso de formación en derecho, no está asimismo preparado para ejercer la política si no recibe la conveniente educación filosófica. Como Sócrates había puesto de manifiesto, la persona común maneja su vida sobre una serie de creencias asumidas sin crítica. Estas creencias generalmente son equivocadas y es necesario un riguroso escrutinio filosófico para desvelar el elevado nivel de ignorancia en que el común de los ciudadanos se encuentra. En consecuencia, el ciudadano medio no está capacitado para razonar sobre asuntos políticos ni para desarrollar las prácticas que conducen al bien común. Por tanto, es evidente que la sociedad debe dotarse de las instituciones necesarias para garantizar una adecuada educación filosófica a un número suficiente de individuos, pues sólo de ese modo podrá disponer de un cuerpo de gobernantes cualificado para dirigir la sociedad hacia dicho bien común. Asimismo, dado que sería la sociedad la que invertiría recursos en el mantenimiento de estas instituciones, estaría justificado que la gente confiara en los dirigentes de los que se ha dotado, no interfiriendo más allá de lo necesario en el proceso de gobierno. Por último, habría que tener en cuenta que la actividad política no es una actividad productiva, es decir, que no produce un aumento de la riqueza material, al menos directamente. No obstante, un gobierno ejercido de modo competente sería tal que la sociedad obtendría algún tipo de beneficio, pues conduciría al bien común, que de otro modo no se alcanzaría. Así pues, dado que el conjunto de instituciones educativas y políticas, y sus integrantes, reportarían a la comunidad un imprescindible beneficio, estaría justificado que dichas instituciones y dirigentes fuesen sufragados mediante el producto del trabajo del resto de la sociedad. El coste social de la filosofía estaría justificado.

martes, 15 de febrero de 2011

Sobre la filosofía (I)

En nuestros días, es habitual que al estudiante de filosofía o humanidades se le pregunte para qué estudia aquello. Es una pregunta que se acostumbra a responder generalmente de dos diversos modos. En uno de ellos la cuestión tiende a ser rechazada, bien porque se entiende como irrelevante, o bien porque se interpreta como procedente de una perspectiva que no es adecuada para la cuestión. En el otro de los modos, la pregunta tiende a responderse apelando a alguna aspiración laboral, como la de ejercer la docencia de la filosofía, o cualquier otra posibilidad. Evidentemente, ninguna de estas dos vías constituye la atribución de una utilidad social a la filosofía, no obstante lo cual, estudiar una carrera humanística para ser profesor -o cualquiera de las otras opciones a su alcance- es una posibilidad laboral que pese a encajar como respuesta cotidiana a la pregunta, plantea para el gobernante una cuestión en parte política y en parte económica. La parte política de la cuestión responde a la función social que cumplan dichas disciplinas y/o aquellos que las dominan, y la parte económica responde a la relación que haya entre su coste de mantenimiento y su función o rentabilidad social. La cuestión se plantea del mismo modo para cualquier disciplina o carrera universitaria, pero, al contrario que aquí, allí la relación entre función social y rentabilidad está mediada por el hecho de que cualquier disciplina técnica tiene una obvia aplicación económica, lo cuál al asimilarse a su función social, despeja toda duda sobre la posibilidad de que esté social y económicamente justificada su manutención mediante dinero público, con lo que la única cuestión pertinente que queda es la de optimizar los recursos destinados a dichas disciplinas. En otras palabras, la inversión y el gasto que requieren las infraestructuras y sistemas docentes necesarios para la formación de, por ejemplo, ingenieros industriales, está justificada porque dichos ingenieros, una vez concluido su período formativo, presumiblemente trabajarán para mejorar la productividad del tejido empresarial de una sociedad, y con ello, aumentarán la riqueza material de la misma. Del mismo modo que se considera justificado que una empresa invierta en maquinaria, estará justificado que una comunidad invierta en ingenieros, y del mismo modo que una empresa trata de optimizar la rentabilidad de sus inversiones, el buen gobernante tratará de maximizar el beneficio de sus instituciones educativas. Por último, la función social de dichas instituciones y de los titulados universitarios que de ellas procedan, como se sigue del análisis expuesto, consistirá en contribuir al crecimiento económico de la sociedad, y con ello, quedará justificada socialmente la manutención mediante el producto del trabajo del resto de la sociedad de todo el aparato educativo conducente a formar ingenieros competentes. En nuestros días, el coste social de la ingeniería está claramente justificado.

martes, 14 de diciembre de 2010

Hipótesis histórica (alcanzada por el procedimiento de conjetura inverosímil)

La historia del ser humano es la historia de los grandes cabreos.

Sólo cuando aparece alguien con un cabreo monumental se producen cambios. Tiene que haber alguien que llegue, vea lo que hay a su alrededor y piense "vaya puta mierda" para que se puedan desencadenar los procesos de cambio. Además, ese pensamiento tiene que enquistarse, metastasiar y propagarse por toda su mente para que el cabreo alcance el nivel de monumental, de "acojonante". Sólo así se pueden alcanzar los niveles de energía y testarudez necesarios para desencadenar los procesos de cambio.

Algunos ejemplos: Platón, Pablo de Tarso, Alejandro Magno, Atila, Napoleón, Marx, Hitler, Bush

martes, 7 de diciembre de 2010

Protréptico

Aristóteles escribió un protréptico para la filosofía que no nos ha llegado. Aquí pongo mi versión:

"Si no lees, leen por ti.

Si no piensas, piensan por ti.

Si no hablas, hablan por ti.

Si no escribes, escriben por ti.

Si no actúas, actúan por ti.

Conclusión: Si no vives, te quitan la vida.

Corolario: Si no eres literatura, política y filosofía eres un gilipollas y «mereces fenecer en el retrete entre heces que defeque Peret»"

miércoles, 1 de diciembre de 2010

Ignorancia (in)vencible

No se trata de que alguien se pueda instalar en un punto de vista, posición argumentativa, perspectiva, actitud, etc, llamémosle como se quiera, desde el cuál cualquier proposición, tesis, comentario, teoría, etc, llamémosle como se quiera, es absurdo, falso, una tontería, etc, llamémosle como se quiera, porque todo es vanidad, o todo es relativo, o todo vale, o lo contrario es dogmatismo, etc, llamémosle como se quiera.

Se trata de que si alguien hace eso, otro alguien le puede pegar un puñetazo en la boca y romperle los dientes. Y luego vete y averigua y di lo que quieras y apela a la moral o lo que quieras.

Y da igual que ante lo anterior, alguien lo coja y diga "es que eso también es absurdo, falso, una tontería, etc, llamémosle como se quiera, porque todo es vanidad, o todo es relativo, o todo vale, o lo contrario es dogmatismo, etc, llamémosle como se quiera.", porque el puñetazo en la boca seguirá esperando a que alguien termine de hablar.